Muchas veces nos olvidamos de la parte esencial de los intercambios, y es que son intercambios. Yo necesito y tú me lo ofreces.Mujer con gafas de sol

Todas las técnicas que utilices para que yo vea aquel
lo que me va a solucionar los problemas se quedan en nada si no somos amables; unos y otros. Tal vez San Valentín sea un día de esos en los que hacemos buena caja. Cualquiera se presenta en casa sin un regalo, pero la necesidad está ahí, y con amor todo se compra mejor. ¿Quién no ha ido al cine para ver una película de amor en estas fechas? ¿O quién no las guarda en casa para esa noche con una buena mantita?

¿Con amor todo se compra mejor?

Mucho se ha hablado de San Valentín, de los intereses comerciales y de que las parejas deberían quererse todos los días del año y no en una fecha señalada en el calendario por el terrible sistema capitalista. Bueno, puede ser, todo puede ser pero, ¿alguien se ha planteado alguna vez lo que sucede con las personas que trabajan esos días? Los floristas, los dependientes y dependientas de los grandes y pequeños comercios, los repartidores de bombones… En fin, ellos tienen que dar amor sí o sí, su trabajo depende de ello, por muy comercial que a los demás nos parezca ese día.

Nunca se olvida a un buen dependiente

Siempre recuerdo a un dependiente de una tienda de calzado que, ese día, estaba de liquidación y lo ofrecían todo con un 70% de descuento, sí, un 70%. Y era calzado de marca así que entré cuál elefante en un cacharería porque iba a dejar limpia mi cartera. Y aquel paraíso no me decepcionó. Habían muchas cosas de calidad y, pese a la marabunta que todo lo tocaba, se probaba y manoseaba, los pares siempre volvían a las estanterías relucientes y perfectamente juntos. Y digo que no me olvido de ese día porque yo pretendía ponerme unas botas impresionantes, solo que que apretaban un poco. Al pedirle al dependiente que me trajera el par completo para caminar con ellas él me miró muy serio, yo aún trataba de introducir mi pie dentro del calzado, y me señaló con toda la amabilidad que una espera, necesita y desea en un momento así, que ese zapato no era para mí. «¡Pero a mí me gusta este!», le rogué casi acongojada, pues era el último que quedaba. Entonces, el caballero me dio una lección que jamás olvidaré: «señorita, hoy le gustan pero ¿y mañana cuando le hagan llagas?». Así que en vez de callarse y traerme el otro zapato fue un buen dependiente, me aconsejó con un sutil tirón de trenzas que aún recuerdo cuando estoy en algún establecimiento y quiero llevarme algo que sé que no me voy a poner; y, de hecho, siempre lo recomiendo. Ese dependiente se merece un Día de San Valentín, o por lo menos todo el amor que su pareja pueda darle por hacer tan bien su trabajo.

Un cliente con miedo no compra pero con confianza la fidelidad está garantizada

corazonOtro día entré en una ferretería muy asustada. No me asustaba la ferretería en sí, sino que, tras una primera ojeada nada de lo que veía tenía sentido. Las tuercas estaban metidas en bolsas opacas y era imposible ver su tamaño sin cogerlas y manosearlas. Al fondo, habían dos, tres, que digo, cuatro pasillos y una escalera que daba a un segundo piso. Fue horrible, hasta que un dependiente muy amable me hizo una visita guiada ante mi incapacidad de pronunciar palabra. Cuando por fin pude hacerlo me mostró los tipos de accesorios que necesitaba, los más usados y, en voz muy baja, me recomendó el que él tenía en su casa. Es más, de vuelta al mostrador me hizo una demostración y todo. La verdad es que me alegró el día porque si bien hay lugares que tradicionalmente están más orientados a hombres que a mujeres, eso no significa que no se nos rompan las cosas por igual a ambos sexos. Además, como el buen comunicador que era me dio un último consejo: «usted sin miedo, camine por los pasillos, toque el material y, por Dios, la próxima vez tome las medidas». Era un buen hombre, un buen vendedor, y seguro que también necesita amor.

Y como recompensa: el amor

Pues por el dependiente de calzado que jamás olvidaré y por la lección de cómo manejarme en una ferretería sin morir en el intento, ahí van algunas de mis películas de amor favoritas: Love Actually, Bajo la misma estrella y Love story. Al fin y al cabo, vender una película tiene el mismo sentido comercial que vender cualquier otra cosa, lo que sucede es que nadie ve a los actores como tales, los ve como los protagonistas. ¿Qué pasaría si viéramos a los dependientes no como dependientes, sino como personas que también necesitan amor?